Describir el momento exacto cuando el árbitro Cunha pitó el final del partido se me hace imposible.
Habíamos derrotado a Brasil después de 41 años, no sólo era eso, sino lo habíamos eliminado de la Copa América Centenario, además terminamos primeros en nuestro grupo y estábamos en los ojos del mundo.
Si fue mano o muslo solo Raúl Ruidíaz lo sabe. Lo único que sí se sabe es que todos los peruanos gritamos ese 'Gooooooooooooooool' como si fuera la anotación que nos dé la Copa del Mundo.
Ese grito desahogado de todos era el reflejo de que ya nos tocaba un momento así. El pueblo peruano merecía eso. Tantas veces tan cerca y no lo habíamos logrado que POR FIN se había dado y de qué manera.
La emoción que tenía en ese momento era algo que nunca había sentido en mis 22 años de vida. Lloré, grité y reí sorprendentemente esas tres cosas hice.
En particular soy de esas personas que no refleja muchos sentimientos. Soy de esas que solo sonríe, pero cuando juega la selección eso cambia.
Grito, aliento y sufro. Todo eso es lo que hago mientras veo un partido de la selección peruana.
Lo único que podría pedir a este equipo es que sigan dándonos alegrías. NOS LAS MERECEMOS.
Que ellos sigan dejando todo en la cancha, que no se den por vencidos, si pudimos con Brasil porque no con Colombia este viernes por los cuartos de final de la Copa América.
Darnos otra alegría sería algo grandioso que sueño y creo que este equipo puede seguir logrando.
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